Formación y comunicación en el punto de venta
No sabemos lo que ignoramos, y encerrarse en una “experiencia”
que no se ha renovado ni enriquecido con aportaciones exteriores es condenar
al fracaso el concepto de formación continuada.
No recuerdo haber ido nunca a un establecimiento comercial, pedir por alguien
en concreto y que me digan que está reunido. En cambio, en otro tipo
de empresas de servicios cada vez resulta más difícil preguntar
por alguien y que no esté reunido. No ignoro que “estar reunido”
es una excusa excelente para conseguir un poco de tranquilidad y poder trabajar
a gusto, pero si existiera un estudio sobre las horas invertidas en verdaderas
reuniones nos quedaríamos –a buen seguro- asombrados.
¿Y por qué la gente tiene tanta afición
a reunirse? Fundamentalmente, para comunicarse y formarse.
¿Quiere decir esto que los recursos humanos de los establecimientos
comerciales ni se forman ni se comunican? No, pero... lo hacen poco y no del
todo bien según algunos estudios realizados y en el caso de los establecimientos
pequeños podríamos suponer sin miedo al error que los resultados
están todavía muy por debajo.
J.M. Galí de AIXS Marqueting Consulting y profesor titular de ESADE
en una jornada sobre ejes comerciales organizada por la Cámara de Comercio
de Barcelona aseguró que: “Para aumentar las ventas, lo más
barato es entrenar y formar de manera práctica el personal del punto
de venta”
Generalmente, la formación comercial que hoy exigimos
a nuestro personal se concreta a dos áreas: los conocimientos genéricos
sobre las técnicas venta y el dominio del trato con el público,
y los específicos: conocimiento del sector, su situación, productos,
tendencias de consumo, novedades, aplicaciones... y en nuestro caso particular
los artículos de mercería y afines.
Debemos incluir además otra área complementaria de conocimientos
que coayudan al desarrollo de las otras dos, que pueden ir desde el dominio
de lenguas extranjeras a conocimientos de nuevas tecnologías, por citar
un par de ejemplos.
Hay una tendencia acusada en valorar más los conocimientos específicos
que los generales o genéricos, aunque a la práctica y ante a
la falta de candidatos con una base apreciable de conocimientos sobre la mercería,
nos limitamos a pasarlo por alto y a dejar su formación de nuestra
cuenta y riesgo. Por el contrario, una buena base de conocimientos genéricos
y mejor todavía una experiencia demostrada de su utilización
aconseja su valoración como un mérito destacable en el momento
de la aceptación de un candidato. Diría que la singularidad
no tiene que aceptarse como una condición determinante en nuestra elección.
O sea, que un candidato presente un conocimiento del sector mercería,
o una experiencia de ventas en esta especialidad, no debe ser causa suficiente
para decidirnos por su elección, pensando más en un rendimiento
inmediato y en el ahorro de nuestro tiempo y dedicación en formarlo
que en los resultados finales.
Existe en la mayoría de casos una cierta aversión a invertir
tiempo y esfuerzos en la formación inicial, tanto de una parte –el
establecimiento a través de la persona que debe realizarla- como en
el recién incorporado, y muchas veces se cae en el tópico “con
el tiempo y la práctica ya lo aprenderás” y lo aprende,
pero mal.
Nuestro objetivo es hablar de formación pero generalmente
se mal interpreta el significado de la palabra, y se asocia exclusivamente
a obtener nuevos conocimientos, como si cursillos, cursos o “master”
fueran milagrosas herramientas para forjar el éxito y conseguir los
buenos resultados apetecidos, y se olvida que los conocimientos sólo
son una parte -importante sí, pero una parte- y que la formación
en las actitudes es otra, de tanta o mayor entidad. Actualmente, en el campo
de los recursos humanos y, al revés que en épocas pasadas, se
da mucha mayor importancia a las actitudes que a las aptitudes, palabras de
sonido parecido pero de significado distinto, y dedican mucho mayor esfuerzo
en su investigación y en la aplicación de sus descubrimientos
para conseguir que las actitudes primen sobre las aptitudes.
Para entenderlo diríamos que es una situación parecida a la
que se manifiesta entre dos estudiantes, uno con excelentes capacidades para
asimilar conocimientos pero sin ningún interés en desarrollarlas
y otro con una gran voluntad por adquirirlos pero con unos medios de asimilación
más reducidos, y casi siempre el resultado final en la consecución
del objetivo está más asegurado en el segundo que en el primero.
Formación y comunicación
“se da mucha mayor importancia a las actitudes que a las aptitudes,
palabras de sonido parecido pero de significado distinto .”
Este es un binomio que debe ir asociado para conseguir un buen
rendimiento en nuestro establecimiento. De hecho, cualquiera respondería
afirmativamente a un supuesto cuestionario sobre el desarrollo de la comunicación
en su casa. Todo el mundo se comunica con sus empleados y máxime cuando
las dimensiones del lugar lo hacen inevitable. Es lógico suponer que
el director general de una gran empresa esté poco o mal comunicado
con sus empleados y colaboradores, las dimensiones ejercen un efecto negativo
en este caso, pero entre el dueño de un pequeño comercio y sus
colaboradores es obligada una perfecta comunicación.
La realidad, no obstante, es otra, y encontraríamos muchos casos en
los que existe una mejor comunicación en una mediana o gran empresa
que en la tienda con tres o cuatro empleados.
Hemos de aceptar que comunicarse es una acción recíproca y multidireccional
entre dos o más personas y si solo habla una parte hay información
pero no comunicación. Porque comunicarse no es solamente hablar del
tiempo, de lo caro que todo está y de los resultados de la última
jornada de fútbol. Comunicarse es extraer conclusiones de un tema expuesto,
razonado y debatido, no una charla improvisada y superficial “ahora
que no hay trabajo”.
Finalmente, hemos de aceptar que la comunicación exige una planificación
de acuerdo con unos objetivos, una periodicidad de acuerdo con las necesidades
y de un tiempo y espacio, No se trata de cerrar cinco minutos antes, o de
hablar del tema mientras nos dirigimos a la parada del autobús o al
parking.
Si cuando nos comunicamos tenemos en cuenta todas estas particularidades podemos
estar tranquilos, en nuestra empresa hay comunicación.
Una formación endogámica
“en la formación de los nuevos empleados intervienen agentes
del propio establecimiento cuya capacitación en muchas ocasiones es,
cuando menos discutible.”
Se puede detectar con suma facilidad que la capacidad de formación
en numerosos establecimientos comerciales medios y pequeños resulta
endogámica. En establecimientos grandes y en cadenas comerciales o
franquicias lamentablemente y salvo excepciones, ni eso. Para comprobarlo
basta realizar algunas preguntas a los vendedores y valorar profesionalmente
el resultado. No es admisible preguntar cuando van recibir algo en lo que
estamos interesados y recibir una evasiva por respuesta; interesarse por cuestiones
de uso y mantenimiento y caer en errores o imprecisiones; indagar por unas
determinadas cualidades y recibir por respuesta “esto ahora sale mucho”.
Generalmente en la formación de los nuevos empleados intervienen agentes
del propio establecimiento cuya capacitación en muchas ocasiones es,
cuando menos discutible (no debemos olvidar nunca aquel principio pedagógico
que nos advierte que no es lo mismo “saber" que “saber enseñar”)
que a su vez las recibieron del responsable en el momento de su incorporación
y, éste, del propietario.
Y ahora surge la pregunta: ¿y el propietario, de quien los recibió?
De su padre, si el negocio es familiar, o de su actuación en otro comercio
antes de ser propietario. Si esto no es una formación endogámica,
que alguien nos lo explique.
En algunos casos existe una formación continuada que el responsable
del establecimiento adquiere por su cuenta y riesgo participando en actos,
conferencias, encuentros, certámenes, cursillos, a través de
información en libros y revistas que nutren la formación adquirida
y la actualizan, pero esto –seamos sinceros- acostumbra a ser en cierto
modo poco común. Es más cómodo ignorar lo que hemos de
aprender y refugiarnos en una larga y profunda experiencia.
La necesidad de “estar al día” se considera –erróneamente-
una necesidad para determinadas profesiones, para determinados sectores emergentes,
para empresas de determinados servicios y se menosprecia en sectores tradicionales
como el nuestro, como si para nosotros el tiempo se hubiera detenido. Y en
algunos casos lamentablemente así es y así son de lamentables
las consecuencias.
Esta dejadez formativa se comprueba -y no es muy estimulante- cuando se realizan
convocatorias de cursos, de seminarios o de conferencias, de jornadas formativas,
con unas muy bajas cifras de asistencia, y con un cierto menosprecio por las
materias que se ofrecen, “¿qué me pueden enseñar
si llevo treinta años detrás de mostrador?”. Entre otras
cosas, a que ya no hay mostrador, por ejemplo.
Una señal de alerta
Creo que uno de los grandes valores del comercio de proximidad, del comercio urbano es el trato personal, cualificado y actual. Tiene otros, desde luego, pero este es para mi uno de los más importantes y el único que de momento puede ostentar casi con exclusividad. Pero es necesario para hacerlo realmente efectivo utilizar la comunicación y la formación en todos aquellos que deben ejercerlo. No podemos olvidar que un consumidor por el mero hecho de acudir a un comercio urbano recibirá un trato personal, pero esto no quiere decir que este trato sea el que espera y desea recibir, por muy personal que se lo demos.
Manel Doménech
ASEMFO Asociación Empresarial de la Mercería y la Fornitura